Por Jazmin Diaz- Dos hermanos, uno con diagnóstico psiquiátrico y otro con parálisis, ambos menores de 13 años, fueron rescatados por un sacerdote y su congregación, luego de vivir durante meses en una casucha al borde de una barranca, rodeados de basura, ciempiés y ratas.
La madre de los menores fue apartada de ellos por sus familiares, al ser trasladada a un centro médico en el interior del país debido a una crisis de salud mental.
El padre Joselito Beltré, cura párroco de la Iglesia San Bautista de La Zurza, se convierte en el héroe anónimo de los menores sometidos a las condiciones más extremas de la pobreza.
El sacerdote explicó que sin recursos, ni empleo, el padre de los menores no podía sostener a sus hijos, lo que los había llevado a un estado de desnutrición y abandono espeluznante.
“Fui a recogerlos yo mismo”, relata el sacerdote Joselito Beltré, quien socorrió a los niños, mientras muestra el local comunitario donde ahora duermen los hermanos: un salón modesto en el Centro de Salud de La Zurza, que carece de condiciones óptimas, pero les ofrece lo esencial: un techo firme, alimento y atención médica.
La vivienda donde hasta hace unos días residían los menores está ubicada sobre una barranca de difícil acceso. La estructura, hecha de madera carcomida y zinc oxidado, representaba un peligro de derrumbe en cualquier momento.
“Había muchos ratones, muchos ciempiés que le estaban comiendo los cabellos a los niños”, describe el sacerdote. “Esa no es una condición para que un ser humano viva, mucho menos un niño con una condición psiquiátrica y otro con parálisis”.
UNA AYUDA OPORTUNA QUE SALVÓ VIDAS
“Mira, yo estoy seguro de que, si no los hubiera recogido y traído hasta aquí, esos niños ya estarían muertos”, afirma el sacerdote con una mirada triste.
Mientras permanecían en su “hogar”, los niños eran encadenados por su padre, no por crueldad, sino como una medida desesperada de protección. En varias ocasiones, se habían lanzado desde las ventanas hacia la cañada, resultando gravemente heridos. Por esa razón, cuando su progenitor salía de la casa, se veía obligado a amarrarlos para evitar que se hicieran daño.
Diagnósticos complejos y tratamientos urgentes
El hermano mayor necesita tratamiento psiquiátrico y supervisión médica especializada. El menor requiere atención continua debido a su parálisis. Ambos estaban expuestos a un alto riesgo de complicaciones sanitarias y se encuentran en un estado avanzado de desnutrición extrema.
El sacerdote explica que conoció a la familia hace aproximadamente un año. Desde entonces, solía llevarles medicamentos controlados y alimentos de manera esporádica. No fue hasta ahora, ante el agravamiento de la situación, que intervino directamente.
Con el apoyo de una congregación de religiosas, el sacerdote logró reunir dos camas, diez sábanas, toallas y productos de higiene para habilitar el salón del centro comunitario como refugio temporal.
“Cuando fui a decirles que necesitaba dos camas porque tenía que traer a los niños, pues se estaban muriendo, me recogieron dos camas, diez sábanas, diez toallas, pampers”, relató.
En el local donde ahora permanecen, el ambiente es sencillo, pero digno. Las camas están ubicadas en un espacio compartido, con una pequeña área de almacenaje para medicamentos y ropa.
LA COMUNIDAD SOSTIENE LA ESPERANZA
Aunque fueron rescatados por la comunidad, los hermanos aún viven en una situación precaria, ya que es la parroquia quien se está haciendo cargo de cubrir sus necesidades básicas.
“Nosotros teníamos una rifa por el día de los padres y yo tomé la nevera, el abanico y la lavadora y los traje para acá porque los niños los necesitaban más”, afirma el sacerdote.
Los fieles de la parroquia San Juan Bautista se turnan para cuidar de los hermanos, quienes han sido rescatados de un calvario silencioso que, de no haber mediado esta intervención, pudo haber tenido un desenlace fatal.
En el corazón de La Zurza, barrio ubicado a orillas del río Isabela, la pobreza no es solo una estadística: tiene nombre, rostro y edad.
Fuente: N Digital
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